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Me dirijo hacia la parada del autobús. Cuando voy a doblar la esquina casi me choco con un cuarentañero uniformado con riguroso y escueto equipamiento deportivo (camiseta, pantalón corto, calcetines, zapatillas y gafas de sol), parado y que saca en ese momento el móvil del bolsillo. Una mirada rápida a su cara (¡qué menos; casi colisionamos!) me descubre que lleva casquillos en sus oídos. En ese momento oigo un ruidillo a mis pies. Una llave, sin llavero, rebota en el pavimento. Sospecho que se le ha caído al supuesto andarín al coger el teléfono y que puede ser la de su casa pues no lleva nada más. Le aviso sin tocarle; tengo por norma no rozar, ni con el aliento, a nadie con quien no tengo un especial trato. No me oye; sigue a lo suyo con el telefonillo. Paso la palma de mi mano por delante de sus ojos para llamar su atención y me dirige una mirada pseudoasesina. Cuando me mira, señalo con mi índice la llave. Repentinamente cambia de actitud, me da las gracias y cada mochuelo a su olivo.

Dos días después me encuentro cruzando una avenida. Delante de mí van las que parecen una veinteañera y su madre. La joven, para no desentonar, va con casquillos y mirando al suelo. La madre, al llegar a la acera, de repente gira hacia la derecha y empieza a llamar a la chica por su nombre; parece que la moza se ha equivocado de dirección y va a velocidad de vértigo. La mujer la llama cada vez con un tono más alto. Decido, ya que la jovencita va delante de mí en mi mismo sentido, echarle una mano a la señora, pero sin suerte. Opto por acelerar el paso y al llegar a su altura agito la mano, arriba y abajo, a 25 o 30 cms. de sus ojos para llamar su atención, provocando el consiguiente sobresalto en la chavala. Da un paso atrás, me mira casi con asco, señalo a su madre y es entonces, tras comprobar que no llevo idea de violentarla, cuando reacciona, da ¿tímidas? muestras de agradecimiento y cambia de rumbo.

Conclusión: El nivel de agilipollamiento que la sociedad actual está adquiriendo solamente es equivalente al de desconfianza que estamos desarrollando en el prójimo. Hala, a seguir por ese camino de luz y de color.

LA TRIBUNA DE CUENCA