Cortesía perdida, puertas cerradas canicas artículos prensa

Cortesía perdida, puertas cerradas canicas artículos prensa
Cada día me sorprende más la falta de principios que se percibe en los demonizados wasaps. A menudo recibo algunos que no contienen ni un saludo, ni un mínimo barniz de educación básica. Escribo «Hola Pepe. ¿Cómo estás? ¿Tomamos un café?» y te contestan «A las 6». A mi juicio, esas maneras no revelan eficacia ni agilidad; desvelan cortedad, falta de empatía o, directamente, desconocimiento de normas básicas de convivencia que debería haber aprendido quien se cree educado. La educación es educación, independientemente del entorno en el que se manifiesta. No se trata de extenderse en discursos banales ni de enredarse en artificios; es solo cuestión de reconocer al otro como alguien que merece trato digno, el mismo que él te dispensa.
Algunos, con ligereza cómica, achacan este mal a la juventud. Por mi experiencia, esas actitudes se encuentran sobre todo en adultos que ya deberían haber afianzado códigos básicos de socialización. Es verdad que hay jóvenes que también caen en ello, pero no son, ni de lejos, los principales protagonistas de esta falta de urbanidad elemental. Lo patético es que difícilmente se puede transmitir algo que no se ha mamado; nadie puede legar a hijos o alumnos una educación mínima si ni siquiera dispone de ella.
Cuando alguien no transmite valores a los suyos está apostando seriamente porque a ellos, en el futuro, se les cierren puertas o, peor aún, no se les abran. ¿Lo malo? Que ellos jamás lleguen a saber que la verdadera causa por la que no consiguieron algo fue su falta de educación. El asunto es demoledor: Algunos se amparan en el supuesto exceso de obligaciones —¡nadie trabaja tanto como ellos!— para abandonar códigos esenciales de convivencia. Y eso erosiona, poco a poco, la capacidad de reconocernos unos a otros y con dignidad como interlocutores. No es exagerado afirmar que quienes ignoran estas normas hacen más daño del que creen porque transmiten a los suyos que la cortesía es prescindible. Y cuando eso ocurre, lo social se convierte en páramo de individualismo frío y egoísta. Mi duda, dolorosa y esencial, es esta: ¿qué sociedad estamos construyendo si dejamos que la indiferencia y la ausencia de respeto sean herencias comunes entre generaciones?
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13/10/2025