Ernesto Vicente Pérez añejas sonadas olcades

el azar que se volvió música
Ernesto Vicente Pérez añejas sonadas olcades
Ernesto Vicente (Beamud 1947) vive desde siempre la música como quien un día descubrió un mundo mágico, hipnotizante. Su pasión por ella no fue fruto de la genética ni la tradición, sino de las oportunidades sutílmente aprovechadas. De niño, cuando la música entró en su vida, en un contexto en el que no cabía esperar que tal simbiosis se diese, esta ya se convirtió en refugio, estímulo y razón vital relevante.
La llamada: seise de la catedral
Todo comienza por azar. En 1955 la catedral de Cuenca decide dotar dos plazas de seise con las que ayudar a solemnizar sus celebraciones. Don Restituto Navarro, maestro de capilla del templo conquense y hermano de don Manuel, párroco de Beamud, sabedor de las cualidades del pequeño Ernesto, lo anima a que se presente. Es uno de los seleccionados entrando a formar parte de esa pequeña comunidad en la que la música es deber al tiempo que elección. Hasta 1960 vive entre el reconocimiento, el estudio musical y las travesuras. Es legendario el episodio en el que, en compañía de sus condiscípulos y en la sacristía catedralicia, acribilla con una escopetilla de juguete al traidor Judas presente en la imagen de la Virgen de la Leche. La vida de los seises resulta tan austera como cargada de instantes de alegría y compañerismo. Ya solo el hecho de subir semanalmente al convento de las Carmelitas a recoger la ropa que las hermanas les lavan, acompañada siempre de recortes de hostias que estas les dan para que las degusten, hace las delicias de Ernesto, quien sabe encontrar la felicidad en cada momento. Las primeras vivencias musicales le dejan huella. «Si no hubiera ido a los seises nunca habría empezado a estudiar música». Su voz, aun emocionada al recordar aquellos años, revela gratitud y asombro ante el destino que entonces traza su vida.

Influencia de don Restituto
Don Resti es referente, guía y figura paterno-musical para Ernesto. Con él, al margen de haber dado sus primeros pasos en la música como seise, y tras su estancia en los seminarios de Uclés y Cuenca (1960-1967) —«en esos años mi formación musical se paralizó al no haber en ellos ningún profesor de música competente»—, retoma en 1967 una formación que le llevará a revalidar sus estudios, en 1969 y en el conservatorio madrileño, en una única convocatoria. Son tiempos de rigurosa exigencia al tiempo que de excelencia académica. Navarro, al margen «de ser exigente, sabiendo quien podría ser músico y quien no lo sería jamás», había descubierto en él potencialidades dignas de ser optimizadas. «La formación con don Restituto se basaba en la convivencia diaria más que en programas formales; creaba un ambiente de exigencia y confianza a la vez».
Ernesto recuerda sonriente haber ayudado a compañeros en los exámenes de canto del seminario, situándose estratégicamente detrás de ellos y abusando de la ligera sordera que afectaba a don Resti. «Estoy seguro de que él sabía perfectamente que era yo quien cantaba en realidad, pero nunca lo confesó. ¡Era tan buena persona!».
Los caminos del destino
Tras estudiar magisterio (1968-1971) —«hice esa carrera por mi padre; yo sabía que jamás me dedicaría a ello»— y el servicio militar (1970-1971), continúa con los estudios de Piano formándose con Manuel Carra —«me cobraba 1500 ptas. por hora y cuando le llamaba para concertar fecha ya me preguntaba las horas que yo quería»—, concluyéndolos en los conservatorios madrileño y zaragozano. Alentado por la lógica necesidad de estabilizar su vida, en 1975 oposita a la Diputación Provincial de Cuenca donde desempeñará varias responsabilidades hasta llegar a ser técnico de grado medio. Sin embargo, la fecha clave en su vida quizá sea la de 18 de febrero de 1968. «Ese día Pilar y yo fuimos al Cine España a ver El mundo maravilloso de los hermanos Grimm. Al acabar le pedí que saliese conmigo. ¡Me dijo que sí!». Años después contrajeron matrimonio.
El conservatorio de Cuenca
En 1978 preside la diputación conquense Constantino Palomino. Conocedor del perfil de Ernesto, le comisiona para que haga las gestiones oportunas a fin de crear en Cuenca un conservatorio profesional. Así, elabora un proyecto que a su vez se basa en otro anterior que no terminó de ver la luz. En 1979, tras sucumbir la idea inicial de crear en Cuenca un «pequeño Salzburgo», el centro abre sus puertas siendo Ernesto su administrador. Los gastos del conservatorio se disparan —en esos años el profesorado que viene de fuera de Cuenca cobra su sueldo, desplazamientos, dietas, etc.— y en octubre de 1980 comunica a Ángel Álvaro, en ese momento nuevo presidente de la diputación, su negativa a sancionar con su firma tan desproporcionados gastos. Tras un choque entre ambos, Ernesto sigue en el conservatorio hasta que en junio de 1981 concluye el curso y regresa a la diputación.

Un sueño hecho realidad: la Escuela Mozart (1995-2007)
Él sabe que la música puede construir puentes hacia los demás. Ya de joven descubrió que enseñar no debe implicar solo transmitir conocimientos sino, más aún y cuando de música se trata, contagiar entusiasmo y abrir horizontes. Tras la publicación en 1992 de la normativa que ampara la creación de escuelas de música, en 1997 abre sus puertas el que es su gran sueño. Se trata de la, siempre recordada con cariño por centenares de familias conquenses, Escuela Mozart. Durante los 12 cursos que permanece abierta este espacio simboliza la mágica cohabitación de la pasión por educar y la formación artístico-musical más íntima y personal. «Tenía claro que enseñar música debe implicar además construir una comunidad afectiva… y a través de nuestra escuela conseguimos hacerlo realidad». Su día a día trascenderá el repertorio y el estudio; se centrará en potenciar el talento en un clima de respeto y dedicación. El trabajo colectivo, los festivales de fin de curso, las Semanas Culturales Mozart, el Centro Europeo de Música y Naturaleza, etc. marcarán un devenir seductor cuyo cierre, por un cúmulo de circunstancias y en 2007, aun genera en Ernesto una mezcla de dolor, triunfo, nostalgia e ilusión.
Un legado de humanidad y memoria.
Ernesto vive la música desde el afecto y la coherencia. Para él, cada vivencia no es solo una anécdota sino una lección de vida. Recuerda con cariño travesuras, fracasos, aciertos, nombres de maestros, compañeros de estudios. Su historia es la de algunos —no tantos— músicos de esta tierra: fruto del azar, figuras generosas, cualidades óptimas, retos diarios y esa pasión que, a fuerza de esfuerzo e ilusión, se llega a convertir en vocación que transforma almas.
Ernesto Vicente Pérez añejas sonadas olcades

21/10/2025