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El volumen X (1974) de la colección rescató parte de la vida y obra de Pedro Aranaz (ss. XVIII-XIX).

Grandeza perdida

Durante casi un cuarto de siglo, concretamente entre los años 1965 y 1988, la ciudad de Cuenca fue epicentro de una ambiciosa y trascendental labor de investigación, edición y promoción de la música religiosa en España… y más allá. Ello fue posible merced al Instituto de Música Religiosa (IMR), una iniciativa adelantada a su época y sostenida por la Excma. Diputación Provincial de Cuenca en el marco de las renombradas Semanas de Música Religiosa. Hoy, al mirar atrás, ese proyecto vital y pionero, esfumado, víctima de la falta de sensibilidad cultural y de decisiones políticas desacertadas, solo guarda gratos recuerdos y añoranzas para los musicólogos que en medio mundo se beneficiaron de una encomiable labor investigadora. Sumergirse en su historia no solo es descubrir una joya indispensable de la musicología española, sino sentir la profunda nostalgia de una grandeza que se perdió.

Un proyecto pionero y sus ambiciosos objetivos

El IMR se creó con la voluntad de publicar ediciones musicales de música religiosa inédita, encargando obras expresamente para las Semanas de Música Religiosa y reuniendo un archivo bibliográfico, al tiempo que discográfico, integral que concentrara el patrimonio nacional e internacional de este género. Además, se planeó promover la investigación, conferencias y recitales que se convertirían en motor cultural capaz de irradiar conocimiento y dinamismo, no solo a Cuenca, sino a toda España e incluso a nivel internacional. Sin embargo, la realidad fue que, pese a la marcada ambición que aderezó sus intenciones originarias, su actividad se limitó principalmente al campo editorial, dejando sin materializar algunos objetivos esenciales trazados en sus orígenes.

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El catálogo del archivo musical de la catedral de Cuenca abrió la colección (1965), siendo reeditado posteriormente (1973).

Legado editorial: un referente nacional e internacional

Precisamente en el campo de la edición, el IMR alcanzó su máxima excelencia y reconocimiento. Su colección de publicaciones, integrada por volúmenes dedicados a catálogos de archivos de catedrales, transcripciones de música antigua y monografías de músicos destacados, llegó a ser un referente citado en enciclopedias internacionales como The New Grove Dictionary of Music and musicians o Die Musik in Geschichte und Gegenwart, por no dejar de señalar el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana. Esta labor no solo destacó por su rigor académico, sino también por abrir la puerta a un conocimiento antes inaccesible, colocando a Cuenca en la élite mundial de la musicología.

Lo prometido y no cumplido: biblioteca, discoteca y servicios públicos

Entre los proyectos más ambiciosos, el IMR nació vinculando su futuro a la creación de una biblioteca-discoteca destinada a reunir y ofrecer accesibilidad a obras y grabaciones de música religiosa de todo el mundo, hecho este que nunca se concretó plenamente. Más grave aún es que esta institución, salvo a contados privilegiados, nunca abrió sus fondos al público ni a investigadores, provocando frustración y pérdida de oportunidades para especialistas, tanto nacionales como extranjeros. También quedó en el aire la realización regular de ciclos de conferencias y recitales que conectaran a la ciudadanía y a la academia con la riqueza musical religiosa conquense, española y universal, lo que habría fortalecido aún más la vocación cultural de la provincia.

El canto de sirena: publicaciones finales y cierre prematuro

En 1997, en un intento de revitalizar el IMR, se editó un último ejemplar de la colección, el XXVII y firmado por quien suscribe este artículo, que fue acompañado por el lanzamiento de dos discos compactos (CD) con obras de Antonio Ripa (ss. XVIII-XIX) y piezas dedicadas a San Julián (ss. XVIII-XIX). Sin embargo, este tímido relanzamiento no tuvo continuidad, marcando lo que bien puede definirse como el eco final del proyecto. La falta de recursos, la ausencia de un compromiso político firme y el desinterés generalizado desembocaron en su agonía final. Su parálisis previa, la acontecida en 1988, fue fruto de decisiones administrativas que priorizaron otros temas considerados de mayor rentabilidad social y representación política, olvidando que la cultura es también una inversión estratégica y un activo intangible crucial para el desarrollo integral de una sociedad.

Una herida abierta para Cuenca y la cultura española

El IMR representó una oportunidad histórica para Cuenca, no solo como motor musical sino como signo de prestigio cultural internacional. Perderlo fue dilapidar un faro en la preservación y divulgación musical. Hoy prácticamente no queda ninguna esperanza, ni tampoco reducto o recoveco moral, que pudiese encaminarse a rescatar esta iniciativa. La memoria de lo que fue, y podría haber vuelto a ser, debe conmover conciencias, inspirar compromisos renovados y pensar en abrir camino de manera que Cuenca retome alguna vez  su lugar en la vanguardia musical, y más concretamente musicológica, aprendiendo que las instituciones que cultivan el patrimonio son también el alma viva de una comunidad.

El IMR publicó volúmenes dedicados a catálogos de archivos musicales de catedrales como la de Cuenca (vols. I y IX), Santiago de Compostela (vol. VIII), Salamanca (vol. XVII) y Astorga (vol. XXI), así como del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (vols. XII y XVIII). Se editaron transcripciones de música antigua conservada en la catedral de Cuenca; concretamente de compositores como Juan de Castro Mallagaray (vol. II), Alonso Lobo y Ginés de Boluda (vol. IV), Alonso Xuárez y Julián Martínez Díaz (vol. VI) o Pedro Aranaz (vol. X). También volvieron a ver la luz partituras destacadas de música antigua española, entre ellas el Officium Hebdomadae Sanctae de Tomás Luis de Victoria (vol. XIII) y villancicos de Antonio Soler (vol. XV). Se publicó también una obra de encargo de las Semanas de Música Religiosa: la cantata Jesucristo en la Cruz de Fernando Remacha (vol. III). El IMR dedicó esfuerzos a la monografía —quedó incompleta— sobre Carlos Patiño, con varios volúmenes (vols. XXIII-XXV), así como otras publicaciones sobre Antonio Soler (vol. XVI) y estudios sobre villancicos polifónicos de períodos diversos. El último volumen, publicado en 1997, se dedicó al maestro de capilla de la catedral de Cuenca, Antonio Ripa Blanque (S. XVIII). Este corpus bibliográfico reflejó la diversidad temática, la lícita ambición y la profundidad sin parangón de unas aportaciones musicológicas mundialmente reconocidas.

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En 1988 se publicó el último ejemplar de la colección del IMR dedicado a Antonio Ripa Blanque (ss. XVIII-XIX).

LA TRIBUNA DE CUENCA