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Jesús Calleja nace en Valladolid en 1899.

Pálpito musical conquense

Cuenca suele vivir cada Semana Santa envuelta en melodías que parecen surgir del alma de la tradición. En el corazón de ese ritual musical está presente la figura de Jesús Calleja Villamañán. Su nombre, regularmente resuena como sinónimo de renovación, coraje y amor por el oficio, trascendiendo el tiempo y dejando una huella tan intensa como imborrable en el pulso cultural de la ciudad.

Infancia y vocación; el surco de la pasión

Nace Jesús Calleja en Valladolid el 17 de noviembre de 1899, en una familia donde los caminos laborales forjan regularmente nuevos horizontes. Así, el traslado a Madrid marca un segundo inicio en su vida. Desde pequeño, la música lo llama con fuerza, aunque su padre, curtido en los desvelos del oficio, intenta disuadirle. Sin embargo, el propio miedo paterno se convierte en desafío para el joven Jesús. Ensaya casi a escondidas, perfilando ese carácter firme y tenaz que le acompañará ya siempre. Cuando por fin se le concede libertad para dedicarse a su vocación, esta arde en su interior y la música empieza a ser el centro vital de su existencia.

Formación y familia; notas y afectos fundamentales

Fiel a su destino, Jesús se forma primero bajo la tutela de su padre, fundador de la Banda Municipal de Madrid, y más tarde con Luis Emilio Vega Manzano, figura clave en la banda del Real Cuerpo de Alabarderos. La disciplina se refuerza en el ejército, donde decide permanecer voluntariamente más allá de lo exigido, templando su carácter y su perseverancia. Al regresar a Madrid, el número 92 de la calle Amparo se convierte en su refugio familiar. Se casa con una joven de Utiel y juntos forman un núcleo familiar donde la música y la vida cotidiana se entrelazan con la llegada de seis hijos, cada uno testimonio de los valores transmitidos y del cariño que florece en el hogar.

El impulso innovador en Cuenca

En 1931, la historia de la Banda Municipal de Música de Cuenca se transforma. Jesús Calleja, nombrado director interino, asume el reto con humildad y audacia. Su llegada supone una revolución silenciosa: reforma ensayos, moderniza repertorios y despierta el entusiasmo de sus músicos. Los conquenses sienten que algo diferente ocurre, pues el maestro no solo dirige, sino que educa, inspira y transmite una pasión genuina. Bajo su batuta, la agrupación compite y sobresale, descubriendo la ciudad una nueva manera de vivir la música, un tanto más ambiciosa, al tiempo que cercana. En 1934, Calleja funda la Coral Conquense, convenciendo a jóvenes inexpertos a sumarse a una experiencia transformadora. Su debut en el Teatro Cervantes, apenas dos meses después, demuestra su capacidad para hacer posible lo improbable. El éxito despierta el interés de la crítica nacional y convierte la coral en un referente artístico de la zona.

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En 1931 es nombrado director de la Banda Municipal de Música de Cuenca

Desafíos y adversidad; humanidad a flor de piel

La Guerra Civil se convierte en un torbellino que pone a prueba su temple. Sus convicciones sindicales y alguna composición comprometida lo llevan a situaciones arriesgadas y procesos de depuración que amenazan su trabajo e integridad. Calleja se encuentra en una lucha cotidiana por la supervivencia, experimentando temores, noches de insomnio y apoyos sinceros que recibe de conocidos y colegas. El esfuerzo por justificar su pasado no impide que siga poniendo a sus hijos como prioridad, al tiempo que la música permanece en su vida como salvavidas íntimo y refugio espiritual. A pesar de las suspensiones experimentadas y dificultades vividas, recupera la dirección de la banda, demostrando que la resiliencia y la pasión pueden más que cualquier adversidad.

Modernidad, legado y última despedida

En el período de posguerra, Calleja lleva a la banda a nuevos reconocimientos y premios, elevando su prestigio en Alcázar de San Juan y otros enclaves. Propicia encuentros, debates y colaboraciones con músicos notables, integrando Cuenca en la red musical nacional y manteniéndose en contacto permanente con las tendencias más avanzadas. El maestro se desvela como formador incansable, descubriendo talentos, transmitiendo valores y dejando un legado compositivo disperso pero esencial. Obras como Camino del Calvario, Cuenca, poema sinfónico y otras varias marchas semanasanteras son testimonio de una creatividad viva y generosa.

El 30 de junio de 1957 Cuenca se despide de Jesús Calleja, el maestro que supo humanizar la música, unir corazones y levantar, desde la modestia y el esfuerzo, una institución cultural que trasciende generaciones. Sus discípulos, colegas y ciudadanos en general reconocen en él no solo al director exigente y renovador, sino al hombre profundamente sensible, respetuoso e íntegro que convirtió cada ensayo en escuela de vida y cada concierto en celebración colectiva.

Reconocimiento tardío y memoria viva

Aunque las heridas de tiempos difíciles tardan en cerrar, en 1980 el Ayuntamiento de Cuenca restituye públicamente el honor de Calleja atendiendo el requerimiento de su viuda y consagrando la “rehabilitación moral” de quien tanto luchó y amó a su ciudad. El maestro Calleja sigue siendo, para los mayores del lugar, símbolo eterno de una música que toca el alma y dignifica la historia compartida.

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Jesús Calleja perteneció al cuerpo de directores de banda de música civiles.

Jesús Calleja Villamañán (1899-1957) nace en Valladolid, en el seno de una familia de músicos, y desde joven cultiva una vocación marcada por la constancia y el esfuerzo. Su formación inicial transcurre bajo la tutela de su padre y, después, de destacados maestros madrileños, combinando la disciplina musical con una sólida ética forjada en el ejército entre 1916 y 1921. Al establecerse en Madrid, forma una familia y dirige su vida a la enseñanza y la música. Designado en 1931 director de la Banda Municipal de Música de Cuenca, destaca rápidamente por su capacidad innovadora y el impulso dado a la agrupación, modernizándola y acercándola a la ciudadanía. En 1934 funda la Coral Conquense, descubriendo y formando talentos locales. Sortea dificultades políticas y personales durante la Guerra Civil, manteniendo la pasión por la música y la educación. Su legado incluye obras relevantes como Camino del Calvario, Cuenca, poema sinfónico y diversas marchas o piezas con gran arraigo local. Fallece en 1957 dejando una huella profunda en la cultura conquense. En 1980 el Ayuntamiento le reconoce —restituye— oficialmente su mérito y dignidad. Calleja permanece, para y en Cuenca, como símbolo de sensibilidad, modernidad y compromiso por la música y sus gentes.

LA TRIBUNA DE CUENCA