Llorar Canicas Artículos Prensa

Llorar Canicas Artículos Prensa
Hoy he visto llorar. Hace cuarenta y ocho horas viví idéntica situación; setenta y dos horas antes ocurrió más de lo mismo. Los hechos acontecieron en un centro educativo. Adelanto que las lágrimas no brotaban de los ojos de ningún alumno maltratado por otro; tampoco tenían su origen en el hipotético acoso, desprecio o bronca recibidos de un profesor. Los llantos contemplados, un tanto compungido yo también, tampoco eran los experimentados por padres que han visto salir a sus hijos de clase con calificaciones que rondaban, como es habitual, el 8, 9 o 10, sintiéndose emocionados al comprobar que su hijo es de lo que no hay, un chaval listo, ¡pero listo, listo como ningún otro! Lo visto por mí hoy, ayer y antes de ayer, no se parecía en nada a los berreos que muchos niños emiten cuando, ante una batalla que tienen perdida por no contar con herramientas adecuadas para combatir la frustración que a menudo les invade, optan por emitir aullidos que hacen temblar los cimientos de los edificios adyacentes. Tampoco han sido gimoteos surgidos tras recibir un balonazo en la cabeza o en el estómago; menos aún sollozos de familiares que, afectados ante la experiencia de ver cómo sus hijos pequeños entraban al colegio, como si se tratase de un campo de concentración, se han hundido sufriendo lo que solamente ellos saben que se experimenta cuando un hijo sufre. Ah, tampoco tenían estos lloriqueos su origen en los globos oculares de un profesor viendo venir a unos padres a pedirle explicaciones de por qué corrige a su hijo con bolígrafo rojo, por qué le ha puesto solo un 7 en un examen o por qué no castiga al zángano que, de la misma clase que su chico, le empujó en el recreo arañándose la mano al caer.
Los pucheros y lágrimas vistos por mí, y por varios cientos de personas más, se han hecho presentes en las caras de una veintena de alumnos de teatro musical fruto de las tremendas dosis de arte, sentimientos, pasiones, ilusiones y emociones que durante una semana han compartido en el escenario de mi centro (RESAD) y que hacían vibrar al unísono a cientos de corazones. Y eso, créanme, no es habitual hoy en día verlo en ningún centro educativo. Solo las almas verdaderamente sensibles son capaces de vivir esas experiencias… ¡y de entenderlas!
Llorar Canicas Artículos Prensa

24/02/2025