pesadillas canicas artículos prensa

Aún tengo pesadillas cuando, 38 años después, vienen a mi cabeza recuerdos relacionados con mi primer ordenador. Era un PC y para poder hacer algo con él, por básico que fuese, era imprescindible dedicarle horas y horas. Cada día vivía una permanente y fallida pelea con el puñetero MS-DOS y con los programas que empezaba a usar por entonces. Cada noche, al meterme en la cama, en mi cabeza bailaban descontroladamente letras, números, asteriscos y signos raros. Me despertaba agotado y con una sensación parecida a la de haber estado leyendo, al tiempo y sin parar, sobre bioquímica, latín, ingeniería naval y cocina japonesa. Estaba enamorado de los Mac, pero comprar uno requería entonces el sueldo de 5 o 6 meses. Pues a ahorrar que me puse hasta que lo conseguí y pude deshacerme del endiablado PC.

Tras muchos años con un Apple —en ocasiones he tenido hasta tres—, además de tableta, teléfono móvil y no sé cuántos aparatitos más, miro a mi alrededor y veo mi agenda, los libros que manejo para la investigación que actualmente realizo, las entradas del musical al que iré mañana… ¡y todo en papel! Cuando se me ha roto el ordenador mi vida ha sido un caos, como si me hubiesen cortado manos y piernas, pero llevadero. Dado que existen sistemas alternativos (nube, discos duros externos, etc.), incluido comprarme otro ordenador —lo he hecho en un par de ocasiones y en cuestión de horas—, los problemas no han sido eternos. Pero de todas las opciones posibles, la que más me ha ayudado siempre a salir del bache ha sido seguir usando el papel como referente principal en mis tareas docentes, investigadoras o gestoras.

Diariamente me rodeo de docenas de alumnos de entre 18 y 40 años que llevan muchos menos años que yo usando tecnología y que, si por ellos fuera, se desharían de cualquier papel. ¡Los ilustrados más autovalorados del momento los llaman nativos digitales! Y eso a pesar de que cuando usan, por ejemplo, un procesador de textos —equivale hoy en día a la pluma del s. XIX o al bolígrafo del s. XX—, lo hacen apoyándose solo en la intuición y con infinitos peores resultados que los que conseguíamos nosotros hace 40 años con una vieja Olivetti. ¡¿Cuestión de esfuerzo?! Encima les hemos hecho creer que son lo más de lo más en la historia de la humanidad. ¡Qué pesadilla!

LA TRIBUNA DE CUENCA