Sacrificio Canicas Artículos Prensa

Sacrificio Canicas Artículos Prensa
Aquella mañana nos percatamos de que llevábamos 3 o 4 semanas en las que habíamos dado clase todos los días sin lapso alguno. Eran tiempos, los de finales de los años 70 y primeros de los 80, en los que por pitos o por flautas en El Alfonso —así llamábamos a nuestro instituto, el Alfonso VIII de Cuenca— siempre había una razón u otra por la que alumnos o profesores realizábamos jornadas de protesta. Quizá a medio y largo plazo esas manifestaciones rebeldes diesen fruto, pero para nosotros, los alumnos, lo realmente importante era saber que si había huelga no había clase. Y teníamos claro que más valía un día de asueto de vez en cuando que mil beneficios futuros que quizá alguien podría disfrutar pero que casi seguro que a nosotros ya no nos afectarían.
La clase siguiente la teníamos con Ángel Luis, profesor al que llamábamos por su apellido: Mota. Él era, además en aquellos tiempos, el jefe de estudios. Mi contacto con él, por ser yo delegado de alumnos en momentos tan efervescentes en el mundo educativo, era permanente y estrecho. Además, ambos habíamos conseguido crear un especial clima que posibilitó que cada vez que coincidíamos, fuese donde fuese, bien el uno, el otro o los dos a la vez, soltásemos una chorrada, dirigida al otro, cargada, ante todo y por encima de todo, de lógica sorna y desenfado, al tiempo que de enorme afecto.
Unos segundos antes de que él entrase en el aula puse rápidamente en la pizarra una lista de cuestiones acompañada de supuestos votos. Así, figuraba: Señoras de la limpieza mayores (6); Profesores calvos (12); Ventanas sin vistas al mar (18); etc. Cuando abrió la puerta y entró me encontró, tiza en mano, canalizando supuestamente una votación. Obviamente, leyendo él lo que yo había escrito en la pizarra, no pudo deducir qué estábamos haciendo. Cuando me preguntó, le dije: «Mota, nos hemos percatado de que llevamos por lo menos 15 días sin huelga. Por ello, y para no perder las buenas costumbres, hemos decidido sacrificarnos y convocar una. Solo nos falta saber por qué hacerlo y nos has pillado justamente decidiendo». El ataque de risa que le dio fue proporcional a la carrera que emprendió por el aula corriendo tras de mí intentando pillarme. La clase estalló en alborozo y finalmente Mota no me estranguló. Aquellos tiempos, que para algunos quizá fuesen malos, muchos los recordamos con emociones contenidas e insuperables vivencias.
Sacrificio Canicas Artículos Prensa

07/04/2025