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En la historia musical de Cuenca, Santiago Pradas destaca como figura casi mitológica, rodeada de leyenda y misterio. Su nombre resuena cada Semana Santa, especialmente vinculado al conocido Miserere. Pero detrás de esa tradición, quién fue realmente.

Orígenes y formación musical

Santiago nació seguramente en Cuenca alrededor de 1777, aunque no existe registro documental exacto al respecto. Su carrera musical arrancó en 1788 en el Colegio San José de infantes de coro de la catedral de Cuenca, siendo discípulo de Pedro Aranaz y Juan Manuel del Barrio. Desde joven destacó en composición, siendo reconocido como “el más avanzado en esta materia” en los registros colegiales de 1793. Esta sólida formación forjó las bases de su posterior carrera como músico integral.

Inicios profesionales y dificultades

Tras abandonar el colegio en 1793, fue nombrado acólito de la catedral. A pesar de algunas afirmaciones no documentadas alusivas a una posible plaza de organista conseguida en Salamanca, la realidad fue muy diferente: suspendió oposiciones para organista en Cuenca y Orihuela, en 1795 y 1796, lo que demuestra lo difícil de su ascenso profesional. En 1797, jubilarse Aranaz, fue nombrado maestro de capilla interino, con 20 años, enfrentándose a la resistencia de músicos veteranos que desafiaron su autoridad, viviendo infinidad de tensiones que le imposibilitaron dirigir la capilla de música en no pocas ocasiones.

Larga interinidad y persistencia.

Durante casi ocho años ejerció interinamente como maestro de capilla sin mejoras en su salario. Intentó sin éxito ser nombrado organista mayor en 1804, y aunque en 1805 fue finalmente nombrado maestro de capilla titular, no recibió aumento salarial ni mayor reconocimiento. En ese año, Aranaz regresó a Cuenca tras residir un tiempo en Zaragoza, ocupando el cargo de maestro de estilo y melodía del Colegio San José, manteniendo su absoluta influencia en la música de la catedral, lo que relegó a Pradas a su sombra, limitando nuevamente su desarrollo como responsable musical y con un salario muy mermado.

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Vida personal y crisis económica

1805 fue también el año en que Pradas contrajo matrimonio, hecho poco común en los maestros de capilla, que por lo general eran sacerdotes. Su nuevo estado incrementó sus penurias económicas y, aunque solicitó mejoras salariales, sus peticiones fueron denegadas. En 1809 asumió, nuevamente como interino, la plaza de organista 2º, tras su titular —Julián Pajarón— al ejército, con un aumento salarial ínfimo. A su vez, tras el fallecimiento de Pedro José Blanco en 1811, acumuló los cargos de maestro de capilla, organista 1º y 2º —sin mejoras salariales—, hasta que en 1814 logró el nombramiento definitivo y exclusivo como organista 1º.

Leyendas que enriquecen su figura

Pradas no solo dejó huella musical en Cuenca, sino también leyendas que acompañan su memoria. Se le atribuye —sin prueba documental alguna— la autoría del Miserere que se canta en Semana Santa, obra que, según algunos, emocionó a la reina Victoria de Inglaterra ¡¡¡!!! Otra vincula la inspiración de su desaparecida Salve Magna a los sollozos de su esposa Leocadia, presuntamente nacidos durante un episodio de violencia doméstica. Rubio Piqueras describe a Pradas como hombre huraño, taciturno y excéntrico, características que le dieron un perfil singular tanto en vida después de muerto.

Aporte musical e innovación

La obra compositiva de Pradas quiere romper con la tradición musical eclesiástica del s. XVIII, introduciendo nuevas formas y técnicas vocales e instrumentales. Su legado representa una renovación del repertorio marcando el paso hacia una nueva etapa musical en la catedral de Cuenca y en la música religiosa local, posicionándolo como creador sensible a los cambios de su época y la expresión artística en el ámbito religioso.

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¿Legado duradero en Cuenca?

El respeto por Pradas, fallecido en torno a 1821, sigue vivo en Cuenca. En el siglo XX, dio nombre a una asociación de amigos de las Semanas de Música Religiosa tristemente desaparecida. Músico talentoso y complejo, su vida estuvo marcada por dificultades de todo tipo, pero también por una notable innovación artística y plena dedicación a la música catedralicia. Entre la realidad y el mito, su figura permanece como referente, más asentado en la palabrería que en la verdad pues fue un músico de bajo perfil que exageradamente el paso de los años ha mitificado… ¿¡en exceso!?

LA TRIBUNA DE CUENCA