Semáforos y niños Canicas Artículos Prensa

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Hay situaciones que parecen un chiste malo, uno de esos que no provocan ni risa ni llanto. Una de las que suelo vivir —¿¡sufrir!?— muy a menudo acontece cuando, caminando por la ciudad, me topo con un semáforo en rojo, la calle vacía y, a mi lado, la familia ejemplar que enseña a sus hijos: «Cariño, solo se cruza cuando el muñeco está verde». Yo, que solo quiero ahorrar tiempo y que si cruzo en rojo sé que no hago daño a nadie, acabo atrapado en el teatro de la ejemplaridad, como si fuera el protagonista de un anuncio de civismo, pero sin cobrar. Porque hoy, saltarse un semáforo de peatones delante de niños es peor que haber sido terrorista ayer. Los padres, jueces de la moral pública, dictan sentencia, y esta siempre es condenatoria, por supuesto. Y yo, que cruzaría con la agilidad de un lince, me quedo petrificado, fingiendo la misma pasión ejemplarizante que el maniquí manco de una tienda de ropa de chinos.
Pero lo peor es que esos padres «educadores» suelen ser los mismos que plantan a su hijo en el único asiento libre del autobús mientras los mayores van de pie; los que animan al niño a mear en un pino del parque porque «es natural, gordi»; los que, cuando el pequeño tira papeles al suelo, le dicen «déjalos, que luego los barren»; o los que fuman y tiran la colilla al suelo. Yo, ante tanto buenismo, me paro en los semáforos para no ser el malo de la película, sabiendo que vivo en un país donde el civismo es selectivo y la ejemplaridad pura fachada. Si esto fuera un concurso, ganaría quien mejor aparenta y pone más cara de circunspecto.
Al final, el dilema no es si cruzo o no, sino si quiero ser pringado ejemplar o rebelde sin sustancia. La próxima vez que me quede atrapado en un semáforo rojo con niños cerca pensaré: «No estoy salvando a la infancia, ni a la humanidad, ni a mi conciencia» y me dispondré a armarme de paciencia para cuando decida saltarme la norma y esos padres me fulminen con la mirada. Entonces me sentiré victorioso rebelándome ante mí mismo y frente a principios que antes se mamaban y que ahora ni se huelen. ¡Qué gilipuertas soy!
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23/06/2025