Olvidar para no llorar-canicas-articulos-prensa

Cuando miro hacia atrás, dirigiendo mi vista hacia lo vivido, hay veces que la impotencia, por no llamarle rabia, se apodera de mí. Me sorprende lo feliz que es el ser humano cuando, haciendo alarde de esa ignorancia y mediocridad que habitualmente se apodera de una parte no despreciable de esa raza, valora cualquier simpleza o estupidez y no da el verdadero valor a aquello que realmente es digno de ser premiado, criticado, sancionado o aplaudido, que de todo hay.

Cuenca, la tierra en la que nací y en la que he vivido varias etapas de mi vida, hace ya unos veintipocos años que perdió la posibilidad de poder titular profesionales —sí, con todas las letras: PRO-FE-SIO-NA-LES— del mundo de la música en toda regla. El conservatorio conquense, desde que abrió sus puertas en 1979 y hasta hace un par de décadas, en que se implantó la a mi juicio fatídica y nefasta LOGSE, estuvo expidiendo títulos válidos a todos los efectos para ejercer docencia u ocupar puestos en los que se pidiesen los títulos de profesor, profesor superior, licenciado, ingeniero, etc.; posteriormente todos serían grados. Pero llegó dicho plan de estudios y tal posibilidad se perdió en nuestra tierra, impartiéndose desde entonces estudios musicales equivalentes, en el mejor de los casos, al bachillerato.

Pero hay más. ¿Y si yo les dijese que Cuenca tuvo durante algo así como una década estudios superiores de diversas especialidades (Piano, Guitarra, Pedagogía, Composición y Música de Cámara) y que nuestros prebostes, no solamente no pelearon para que el conservatorio superior de Castilla-La Mancha fuese a Cuenca, sino que además permitieron que se perdiesen esas 5 carreras superiores? Un vistazo al BOE del 12.01.1995 (de hace ahora 30 años) ilustrará a los ignorantes. Así, Cuenca ha pasado a la triste historia de la educación musical española como la de la única ciudad en la que, habiendo tenido estudios superiores de música, los perdió por ¿dejadez? ¿desconocimiento? ¿subordinación política? La de discusiones y enfrentamientos que todo esto me trajo hace más de 20 años y que acabaron como acabaron: Cuenca casi sin nada de lo que antes tuvo y yo con mi vida profesional discurriendo por otros derroteros. ¿La culpa? Pues del puñetero grito que caracteriza a los conquense: ¡Ea!

LA TRIBUNA DE CUENCA